Recuerdo que en el 2013 cuando finalmente alcancé una posición global en la transnacional para la cual entonces trabaja, me obligué a mi misma a dar todo para así estar a la altura de lo que se esperaba. Todos los correos debían ser leídos y respondidos, entre más abarcaba más expectativas llenaba y con orgullo siempre le daba la bienvenida a cuanto proyecto salía. En ese entonces parecía un pulpo tomando y tratando de apaciguar todo. Pero de eso se trataba el éxito y dar la milla la extra. ¿Cierto? O eso pensaba…
Al principio todo estaba bien pero al pasar de los años y como dicen “tarde o temprano” esa vida comenzó a pasarme la factura: noches sin dormir, cansancio crónico y sólo ideas refritas me llegaban y aunque nada era a simple vista, sabía profundamente en mi corazón que necesitaba un cambio que me permitiera no sólo salir de donde estaba, además progresar en áreas vitales de mi vida como la salud y el tiempo conmigo y mi seres amados.
La manera de progresar en esas áreas para mi importantes no era ciencia cuántica, simplemente se trataba de elegir trabajar menos y beneficiarme de eso, pero eso provocó el dolor de vivir (al principio) con la incomodidad de lidiar con viejos juicios que decían que no estaba dando lo mejor de mi y que nunca estaría a la altura. Agudos pinchazos de miedo apuñalan mi sistema nervioso porque seguramente algo malo iba a suceder en mi trabajo si elegía honrarme a mí misma y cuidarme.
Estuve en la línea de aprendizaje por muchos meses. Ese espacio incómodo y a veces espantoso de estar en el proceso de romper un hábito estando atrapada en él pero con la muy leve seguridad de que se está produciendo un cambio.
El fumador que deja de fumar pero que todavía tiene antojos podrá identificarse.
La incomodidad y el dolor así como son parte del cambio también son ese cemento que pavimenta el progreso.
Comparto esto porque las personas generalmente piensan que progresar debería sentirse bien, sí y sí pero al principio no. Al principio no sólo duele, además constantemente te invade el pensamiento de que algo estás haciendo mal y que algo espantoso va a pasar y eso es lo que quiero que normalices que la incomodidad y el dolor no significan que vas en la dirección equivocada.
Está bien que el cambio sea difícil. Todos estamos en el mismo barco pero si de algo te funciona, te puedo dar fe que:
Hoy hago menos y hago con más intención.
Que mi valor no se basa en el número de correos o mensajes contestados.
Y la paz no la encuentro cuando alcanzo las expectativas de otros, ni siquiera las mías propias.
Mi esperanza es que esto no sólo te ayude a dejar de lado tu libro de recetas y reglas, sino que también te ayude a ser amable contigo misma en la incomodidad que eso conlleva.